domingo, 17 de junio de 2007

La nostalgia, la mano temblorosa de la hechicera...

La nostalgia. La mano temblorosa de la hechicera….

Ella se levantó de la cama. Lo observó dormir durante un minuto, o durante un siglo, le parecía que siempre había estado ahí. Caminó descalza hasta el cuarto de baño, la madera del piso crujía a cada paso. Al mirarse al espejo se descubrió hechizada, su cuerpo se confesaba ajeno. Así es el momento de nacer, la liberación del encierro abre con su aliento una puerta por la que su entraña entra al mundo, y piensa: La mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma, pero, ¿El hombre puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz?

Volvió a la habitación, serena, cuidando la suavidad en su andar, pero aún así él ligero crujir del piso lo regresó al limbo que está entre el sueño y la conciencia, abrió él edredón y la guardo en la curva de su abdomen, le acarició el pelo y la besó desde la nuca hasta la primer lumbar. Comenzó.

Su presencia se le volvió sonora, incorpórea. Aceptó la eternidad momentánea y abrió el pergamino de su piel a una nueva historia. La carne es historia, la carne por carne no existe.

Ella se aferraba al tono risueño de su voz que se extendía en su sangre como una luz submarina que le daba fuerzas. Dejaba que sus palabras fluyeran en su cuerpo como vino dulce que borraba de su mente todo lo que había amado antes, la invadía una paz milagrosa, y se preguntaba si así sería la muerte. Por instantes mantuvo su cuerpo inmóvil como madera, tierra, piedra, conteniendo incluso la respiración. El prosiguió y la resistencia desapareció. La habitación estaba llena de sombras quietas y oscuras, su lecho, sus cuerpos, y el humo del miedo que se perdía en el sudor.

Aunque a el la oscuridad le aterraba, cerraba los ojos con fervor cuando se colaba en ella con el permiso tácito que otorga el silencio, mientras ambos colocaban piedras pendientes a las tumbas de sus muertos, esas pesadas lápidas que dejamos de cargar para colocarlas en su sitio cuando llega el momento, lápidas que les ordenan a nuestros muertos que se queden en dónde deben de estar y que al soltarlas nos permiten volver a respirar.

Él se detuvo a mirarla, sintiendo el latido en su carne vulnerable bajo la armadura más resplandeciente, oro o diamante. La recorrió suave, como si una cámara oculta estuviese encomendada a filmar su parcimonia, por que más allá del deseo se encuentra la necesidad de imaginarse frente a esa cámara etérea, en un encuadre borroso que entremezcle incertidumbre y melancolía.

Mientras la observaba y desprendiéndose a la vez, ella bebió un trago de vino repasándose los labios con la lengua. Él tocaba tierra, alojando sus dedos hábiles en su interior ansioso y palpitante que casi llovía. Luego ella lo recorrió, sus manos trazaban la ruta desde el abdomen hasta el pecho, aferrándose a él con los muslos tensos, en tanto marcaba una cadencia desesperada, y se abría paso con sus labios entre la carne de su entrepierna.

Su sexo tibio, suave como un bosque de albahaca, la transportaba hacía islas habitadas por amazonas, donde protegida por las hojas de un nido gigantesco daba a luz una niña con brillantes alas azules.

Lo miraba, detrás de sus ojos había códices tan claros como letras impresas. Hechicero y hechizada. Cuidado con los deseos por que pueden ser concedidos, y cuidado también con los encantamientos, por que él encantador corre él mismo peligro que el encantado.

La abrazó por la cintura, lamiéndole el dorso, mientras ella se dejaba caer suavemente, era todo tan hermoso, tan breve y por ello tan triste. ¿Por qué nunca mencionamos el estado de gracia?, ¿Por qué nos limitamos a narrar las incursiones de la piel y no sus significados?, ¿Cómo explicar que la verdadera protección que una mujer busca en él pecho de un hombre es la de aprender a sobrevivir sus propias tormentas?.

El placer la regresaba a lo terrenal. Una explosión la contraía a la par que escuchaba una ligera explosión que la llenaba y le escurría entre los muslos y el alma. Se dijo que las noches más bellas eran acuáticas. Llegaba la calma de los alientos. Él sentía en los oídos los latidos de su sangre frágil.

Se quedó dormida entre sus brazos, aventurándose en el epílogo suicida que hace más deleitables los momentos robados al destino. Él meditaba; Hacer él amor con una mujer y dormir con ella no solo son dos pasiones distintas, sino casi contradictorias, porque el amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien sino en el deseo de dormir junto a alguien y a él le aterraba perder la seguridad de que la amistad erótica no tomaría nunca la agresividad del amor, y ella se había quedado dormida en sus brazos, escuchando las historias que él le susurraba al oído, cosas sin sentido que se convertían en versiones confusas que la transportaban hasta el primer desprendimiento; Le había entregado el poder de su sueño, casi podía hacer que durmiera en el instante que él elegía y si en algunos de sus ciclos la enviaba a la muerte, bastaba la mano calida que recorría su espalda oprimiendo suave, para hacerla regresar a tierra segura, y transmutarse en esa tierra, de cuya fertilidad no tenía certeza y que se convertía en una grávida tara a la que no sabía si sería capaz de remolcar.

Se quedaron fundidos en el sueño más profundo, ese que solo cae al final de la madrugada. Por la ventana, se veía la calle mojada en penumbras, era el momento que va de la noche al día, en el cielo brillaba una luna pálida que agonizaba.

Cuando los rayos que se colaban por la manta que cubría la ventana se acentuaron, y él despertó, se quedó inmóvil y en silencio mirándola, el ruido de sus ojos la sacó apaciblemente del sueño, ella le sonreía en silencio con una mirada casi infantil, había despertado abrazada a el, recordaba las horas pasadas y sentía como de ellas se desprendía el perfume de quien sabe que felicidad olvidada. Su mirada lo descolocaba, no había en ella insinuación o coquetería, sino más bien interrogación, intriga, que se quedaban presas en la vehemencia de su silencio. Algo se escondía tras su piel, algo más profundo, algo que escapaba a su razonamiento.

El sabía que cada paso aumentaría el peso de la carga y entonces ¿Dónde quedaría su ingravidez? ¿Cómo saber si la carga nos aplastará o simplemente nos llevará más a ras de la tierra haciendo la vida más plena, más real? O si la ingravidez nos dará libertad al vuelo o si tal vez nos lleve tan lejos de la realidad que haga que esa libertad se transmute a insignificancia. Entonces ¿Qué elegir?: carga o ingravidez. La contradicción es más misteriosa y equivoca que todas las contradicciones. Se enfadó consigo mismo por no saber que quería, pero ¿como podía saberlo?, si el hombre solo vive una vida y no se puede comparar con las precedentes ni se puede enmendar con las posteriores.

Un nuevo amor es una nueva historia, unas fraguan, otras no, pero si toda nueva versión es mejor que la anterior ¿Cómo saber cual debe de ser la ultima? Tal vez es como la escritura, es un secreto del oficio que no obedece a las leyes de la inteligencia, si no a la magia de los instintos, pero si el tiempo no puede caminar hacía atrás y ese es su tormento, ¿Entonces que?. Hay personas que viven sus propios sentimientos, como una debilidad: Revelar su propia angustia significa para ellos ponerse a merced del otro.

El enamoramiento construye la división entre lo sagrado y lo profano, produce una geografía sacra del mundo. Espacio hecho de puntos fuertes, tiempo discontinuo tejido de momentos significativos. Tiempo y espacio sagrado como en las religiones, y no hay por que pensar que un amor así es irreal o platónico, puede ser sumamente sensual y erótico, tal vez es el resultado de haber recorrido otros caminos que se han demostrado impracticables. Aquel extraño encantamiento en momentos olía más a sándalo que a lima, más melancólico que fresco; Entonces pensó: “Quédate conmigo un minuto”, y con la mirada fija en una flama inquieta, se resignaba: “Y si no puedes, quédate conmigo toda la vida”. La nostalgia, la mano temblorosa de la hechicera…

1 comentario:

Edy Vera dijo...

Bueno amiga Space...que tengas muchos exitos en tu nueva vida bloguera !¡
Un abrazo porteño y tambièn Exitos con tu mùsica...

besoss.

Edy Vera -cantautora-